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¿QUÉ TANTO PRACTICAS LA ESCUCHA ACTIVA?

Según algunas teorías en una conversación hasta el 95% de la información que se transmite es a través de la comunicación no verbal, así que lo que decimos con palabras tan solo representa un 5%.


Se dice que si tenemos 2 orejas y una boca es para escuchar el doble de lo que hablamos, si cumpliéramos esta recomendación nuestras conversaciones serían mucho más agradables y aumentaría el nivel de comunicación entre todos nosotros; y en esta escucha activa tiene una importancia fundamental en lenguaje no verbal.


La escucha activa es la habilidad de sentir a la otra persona como parte de nosotros, todo un arte que demanda quitar el piloto automático para dar paso a la apertura y la comprensión de diferentes perspectivas. A nivel teórico, la escucha activa se define como una técnica y estrategia de comunicación que engloba a todos aquellos comportamientos y actitudes que provocan que el receptor se concentre en la persona que habla y pueda proporcionarle respuestas, de modo que para escuchar activamente una persona tiene que estar libre de pensamientos y distracciones que le impidan captar lo que la otra persona le está diciendo; así, la escucha activa no es sólo comprender lo que el otro dice, sino captar lo que no dice, y sobre todo, sostener su estado emocional. El problema radica en que la mayoría de nosotros oímos, más que escuchamos, de hecho según un estudio, la mayoría de las personas son incapaces de escuchar activamente a su interlocutor durante más de 3 minutos seguidos. Si tenemos en cuenta que comunicar no consiste solo en lanzar un mensaje, sino en saber recibirlo, y sobre todo, comprender lo que la otra persona quiere decirnos, ¿cuántas veces nos estamos realmente comunicando? ¡muy pocas!


En la mayoría de las ocasiones mientras nuestro interlocutor está hablando, estamos preparando la respuesta que vamos a darle cuando acabe, nuestra mente está tan sobrecargada de información y de pensamientos que escuchar es imposible, y más que pensar lo que hacemos es emitir monólogos defendiendo nuestro punto de vista o perdernos en nuestro mundo. Estas interferencias que dificultan las tareas de escuchar de manera activa normalmente son nuestros pensamientos y se conocen como “ruidos mentales”, ellos son los responsables de nuestras distracciones cuando conversamos y quienes a veces nos hacen salir perjudicados.


Nuestra mente nos habla a todas horas si la dejamos, por lo que sí queremos escuchar necesitamos aprender a silenciarla, deteniéndonos, respirando y esperando a que pasen algunos minutos para desacelerarnos, tenemos que aprender a deshacernos de la basura mental que nos acompaña y volcar todos nuestros sentidos en la persona que tenemos enfrente, aprender a escuchar desde el corazón; escuchar no es dar consejos, sino sostener el mensaje y las emociones de nuestro interlocutor, abrazando su existencia de forma sincera y potenciando nuestra capacidad empática, adoptando una actitud libre de juicios.


La escucha activa es la forma de escuchar más completa que existe y además es la que nos da mejores resultados, escuchar activamente quiere decir, implicar no solo la mente, es decir, entender el mensaje que te están enviando, sino también físicamente te tienes que implicar, es decir, mostrarlo con lenguaje corporal, con movimientos, con la mirada, con la sonrisa, pero hay que demostrar también físicamente que estamos escuchando.


Si hablamos de escucha activa, tiene que haber también una escucha pasiva, y es cuando alguien quizá está escuchando pero no lo parece, es cuando le entra por una oreja y le sale por otra. Por otro lado, también tenemos la escucha selectiva, por ejemplo, otra forma de escucha que no es recomendable, que es “solo escucho lo que me interesa, lo que me conviene, o solo cuando hablan de mí”.


El gesto más representativo, importante y evidente de la escucha activa es la mirada, y la prueba está en que cuando alguien está mirando un ordenador, jugando con su smartphone, está leyendo el periódico, o tiene unas gafas de sol puestas, pues parece que no nos escucha, y a nosotros nos molesta hablarle a alguien que está distraído, por lo tanto, la mirada es la señal más evidente de la escucha activa, el contacto visual, mantener este contacto es fundamental. La mirada de hecho regula las intervenciones también.


Si el parpadeo es muy rápido puede ser una señal de impaciencia, pero si la persona no parpadea y está como embobada, no quiere decir que nos está escuchando, porque a través de la mirada también estamos indicando que nos interesa el tema; el parpadeo es una especie de click para retener la información, todo lo que estamos viendo y lo que estamos escuchando; por lo tanto, un parpadeo lento o pausado indica atención.


Otros signos que indican que estamos escuchando son por ejemplo: con la cabeza el gesto afirmativo, esto no quiere decir necesariamente que estemos de acuerdo, sino que puede decir también que vamos siguiendo la argumentación, o que estamos escuchando; podemos hacer que “no” con la cabeza y tampoco quiere decir que estemos negando, sino que quizá por empatía, porque tú me estás diciendo algo negativo, pues yo también lo refuerzo; ladear la cabeza es una señal de atención, de amabilidad, de cordialidad y de estar dispuesto a escuchar.


Recuerda, con el rostro empatizamos con los demás; sin embargo, todo el cuerpo interviene en esta escucha activa, incluso los pies, los pies pueden indicar atención o ganas de marcharte, pueden indicar también nerviosismo, que no favorece la conversación. Por ejemplo, unos pies que están moviéndose continuamente, la forma de sentarte como hacia adelante, en el extremo de la silla, a punto para salir, no es una señal de escucha activa.


Las manos y los brazos pueden indicar cierre hacia la conversación o abertura, si estás con las manos en los bolsillos, quizá no estas expresando mucho interés en lo que te estén diciendo,


Las manos encima de la mesa, relajadas, abiertas, tranquilas, sin juguetear, es una señal de escucha activa y atención. Pero si estás con el celular, con el bolígrafo, o inclusive con los brazos cruzados, esto es una señal de impaciencia o de rechazo y por lo tanto, no es una señal de estar muy atento a lo que te dice la otra persona.


Por otro lado, el que habla tiene que también escuchar al otro, escuchar en el sentido más amplio, el que habla te mira y está viendo si tú lo escuchas o no, si estás cansado, si estás impaciente, si te gusta o no lo que dice, por lo tanto, esa persona que está hablando recibe estas señales y entonces podría adaptarse a la situación o a tu respuesta.


Todos deberíamos ser mejores escuchadores, normalmente hablamos demasiado y escuchamos poco y mal; y la escucha activa realmente no es sólo una cuestión práctica, no es solo una forma de enterarnos bien de lo que nos están diciendo, sino que es una forma de seducir, porque con esta escucha atenta estamos diciéndole a la otra persona que nos interesa, no solo el mensaje, sino también el cómo es ella y lo que es ella, nos interesa la persona. Por lo tanto, todos los gestos de impaciencia, de desdén, o de desinterés deberíamos eliminarlos de una conversación.


La escucha activa es un reto que requiere técnica y práctica pero sobre todo, sentimientos y disposición para descubrir otros mundos y otros puntos de vista desde la humildad y la contemplación, porque como afirma el dicho popular “si tenemos 2 orejas y una boca, es para escuchar más y hablar menos” quizás si lo practicáramos un poco más, muchos de los malos entendidos que surgen de nuestro día a día no ocurrirían o se resolverían de forma sencilla, ya lo decía Winston Churchill, se necesita coraje para pararse y hablar, pero mucho más para sentarse y escuchar.



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